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No hay tiempo de Ceremonias con los yo supremos


Los argumentos de Fidel Castro cuando defendió en su última reflexión al líder libio Muammar Ghadafi, no solo apoyaban a ese despótico gobierno, sino representa un mensaje subliminar...

Los argumentos de Fidel Castro cuando defendió en su última reflexión al líder libio Muammar Ghadafi, no solo apoyaban a ese despótico gobierno, sino representa un mensaje subliminar de las probables justificaciones que esgrimirá el régimen en caso de protestas populares en la isla.

Castro, apoyado de su recurrente retórica de la persuasión, la misma que desde hace más de 50 años seduce, influye y sodomiza al pueblo cubano, trata de convencer a los ciudadanos de la isla y al resto del mundo con hechos que revelan fragmentos de verdades, pero los cuales al final ocultan lo esencial del problema libio y es lo que desesperadamente enmascara en su artículo: Ghadafi es un dictador y su gobierno es igual al constituido en Cuba.

Lo más parecido a un dictador es otro dictador igual, y cuando raspamos un tanto la superficie de sus plataformas políticas en las que se erigen para desafiar al tiempo y la democracia, encontramos que el común denominador de todos estos hombres es sentirse supremos, únicos, diferentes al resto de los mortales. Por eso los dictadores, no son buenos, ni malos, ellos son amorales y como tal actúan.

Veamos puntos similares del libio con el cubano. Ghadafi asegura que entregó el poder absoluto al pueblo con su “jamahiriya” o republica de las masas. Castro insiste también que los cubanos tienen el poder en las decisiones del país. Ambos descalifican a los opositores de sus gobiernos. El libio los llama “ratas” y el castrismo “gusanos”. Tanto uno como otro claman por la inmolación antes de entregar al país a los enemigos de sus revoluciones.

Es curioso como todos los dictadores son muy parecidos en ese sentimiento hacia la muerte, aunque a decir verdad algunos traicionan después el perfecto manual del dictador y deciden que es mejor ser un dictador vivo que uno muerto, como fueron los casos del panameño Noriega y el iraquí Sadam Hussein, quien afirmaba que combatiría contra los Estados Unidos en “la madre de las batallas” y luego decidió esconderse.

En el caso de Libia, Castro pone en tela de juicio los reportes periodísticos de las agencias extranjeras. Esas mismas agencias que cuando las necesita para enjuiciar un hecho que considera le resulte provechoso son creíbles, y no lo son en el mismo momento que necesita infundir dudas.

“El mundo ha sido invadido con todo tipo de noticias, empleando especialmente los medios masivos de información. Habrá que esperar el tiempo necesario para conocer con rigor cuánto hay de verdad o mentira, o una mezcla de hechos de todo tipo que, en medio del caos, se produjeron en Libia”, afirma, en su reflexión, Fidel Castro.

Es complicado de entender que quien afirma ahora estas palabras sea el mismo comentarista, quien en una reflexión sobre la revuelta de Egipto consultó en su artículo a las agencia EFE, Europa Press y dijo de manera categórica: “la principal agencia de información norteamericana AP, transmite razonamientos dignos de atención”...

Para el caso libio, de acuerdo a Fidel Castro, ¿ya ninguna de esas agencias son “dignas de atención”? ¿Es necesario esperar más tiempo para saber que “hay de verdad o mentira”.? Esa defensa a ultranza del Ghadafi se basan en los mismos puntos que desde hace mas de 50 años esgrime el propio Castro para camuflar la violación de los derechos humanos, la represión de los ciudadanos en sus derechos fundamentales y en la sistemática aplicación del terrorismo de estado a través de grupos de simpatizantes que golpean e insultan a quienes se oponen a su gobierno.

Nadie puede dudar que en caso de un levantamiento popular en Cuba, la respuesta del gobierno castrista no sea igual, en lo tocante de llevar la mano dura del Ghadafi, con la violencia total a quienes se manifiesten en contra. Ya se dice que pasan de 300 los muertos por parte de los inconformes al gobierno libio.

Las siguientes palabras del dictador libio son muy parecidas a las que indicaría la jerarquía cubana en caso de un conflicto dentro de la isla, a fin de cuentas, ¿las calles no son de Fidel y de las brigadas de respuesta rápida?

“La lucha se llevará a cabo calle por calle hasta que el suelo libio sea liberado. Los que queréis a Gadafi, formad comités populares y atad a estos jóvenes en casa", dijo.

El peor enemigo de todos estos dictadores, no son los opositores, ni quienes protestan, sino su propia arrogancia, la exacerbación de su “yo supremo” a niveles delirantes, que les impiden entender que cuando el pueblo reclama su libertad, sus derechos a viva voz es imposible detenerlo y mucho menos con encarcelamientos y crímenes a mansalva. La represión en este punto contra manifestantes no violentos es como arrojar gasolina a un fuego.

Ghadafi, enraizado desde hace 41 años en el poder, y el régimen castrista, desde más de 50 años, son como esos hermanos gemelos, capaces de experimentar cada uno de manera individual la sensación que tenga el otro. Por eso la protesta del secretario del partido comunista cubano.

Castro arropado en el poder que ahora tiene con la palabra escrita, utiliza su reflexión para tratar de diseminar un silencio cómplice que pueda evitar lo irrevocable y que muy en el fondo el mismo comprende: el tiempo de las dictaduras autoritarias concluyen y de caer la de Libia, con su compadre Ghadafi, de quien como canta el mexicano Juan Gabriel, “te pareces tanto a mí”, es una cercana advertencia de que los tambores del cambio se aproximan cada vez más a Cuba.

¿Cómo llegaran?, nadie puede predecirlo, lo real es que cuando asomen, no lo podrán contener ni las brigadas de respuesta, ni mil reflexiones, ni las represiones más violentas, porque ya no hay tiempos de ceremonias con los Yo supremos y mucho menos con el castrismo.

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