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Nada cambiará


Es iluso creer que desaparecerá el boxeo profesional. El hambre y la miseria son dos argumentos que lo sostienen

Tres perros le ladran a la luna mientras que ella, en lo alto, mantiene su blanca y fría superficie, sin enterarse de la existencia de los canes.

Derecha, izquierda, otra derecha. La cabeza retumba como un cañón. Más derechas que llegan en forma de ametralladora, junto a izquierdas que parecen obuses. Es la guerra, es una pelea del boxeo profesional.

Sobre el ring dos hombres tratan de cambiar su destino miserable por un futuro abundante. Uno de ellos cae. El público comienza a gritar regocijado. Se oye la cuenta de rigor y el hombre caído no reacciona. Está muerto. Los golpes en la cabeza acabaron con sus ilusiones.

¿Su nombre? Najim Gbadesegin, oriundo de Nigeria, quien engrosó la extensa y macabra lista de boxeadores profesionales que pierden la vida dentro del cuadrilátero profesional.

Corre el año 1991 y el nigeriano realiza su segunda salida como rentado en los pesos moscas, división donde se asegura que los puñetazos no tienen el certificado de letal. Antes disputó 35 combates en la categoría de aficionados sin ningún problema.

Mayo de 1995, el colombiano Jimmy García se debate entre la vida y la muerte, después de una dura pelea contra el mexicano Gabriel Ruelas. El sudamericano fue operado de un coágulo de sangre y la muerte trató de llevárselo, pero por fortuna pudo más la vida.

El 25 de febrero de 1995, en Londres, el supermediano estadounidense Gerald McClelln paseó por el borde del filo de la navaja su vida, al permanecer varios días en coma por los golpes que recibió del británico Nigel Benn.

Si no existiera una relación de muertes parecidas dentro de la historia del ring, se pudiera aceptar la estadística que el boxeo ocupa el puesto número 14 dentro del deporte en causas fatales de muerte.

“Es intolerable la práctica del boxeo” dicen muchas voces europeas. “No es humano- comentan otros-, los púgiles parecen fieras sangrientas cuando pelean”.

La práctica del boxeo ocasiona leves lesiones, excoriaciones, hasta la llamada “demencia pugilística” y muerte cerebral, afirman especialistas.

Alonso Pérez Esquivel, un sociólogo mexicano habla con visión científica, en sus manos lleva el libro de la vida y en un debate originado hace unos años por este tema dijo:

“Hay una presión social que mide el éxito en la medida en que no se tiene dinero para adquirir cosas y esto se recrudece entre la gente marginal con pocas posibilidades de escalar socialmente. Ante ese panorama el boxeo profesional en América Latina, inmersa con una grave y prolongada crisis económica, seguirá practicándose, porque es el camino mas rápido que tienen los marginados para lograr un ascenso social y económico”, afirmó

Verdad del tamaño del universo la tesis de Pérez Esquivel. ¿Cuántos niños ricos o de las llamadas “buenas familias” son boxeadores profesionales? Sin temor a equivocaciones se puede afirmar que ninguno.

Los puritanos del deporte opinan que el boxeo no debe permanecer dentro del espectáculo deportivo. El parlamento inglés rechazó en 1995 una iniciativa para abolir el boxeo, por ser supuestamente peligroso para quienes lo practican. La moción fue rechazada 120 votos contra 60.

La única manera de acabar la barbarie en el boxeo, no consiste en cerrar los ojos y decir no. Habría que terminar primero con las desigualdades sociales que generan la marginalidad. Pero eso, es un sueño muy lejano e imposible de realizar.

Muchos no, que son indiscutibles no, permanecen quietos en la vitrina de lo ideal, condicionados a determinados intereses. No a la droga. No a la contaminación ambiental, No a la tala indiscriminada de los árboles, eso NO, duermen un sueño permanente en el limbo donde lo confina la indiferencia de la sociedad.

El No al boxeo profesional entra en ese rango. La solución sería darle más protección al púgil, que los segundos sean más preparados, que los árbitros mantengan control estricto sobre los combates desiguales, que los boxeadores sean realmente boxeadores bien entrenados y no bultos espontáneos que arriesgan su vida por un puñado de dinero.

Es iluso creer que desaparecerá el boxeo profesional. El hambre y la miseria son dos argumentos que lo sostienen. Nada cambiará.

Tres perros le ladran a la luna. A su lado un joven indigente ensaya golpes de boxeo y exclama ¡seré campeón!

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