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Los círculos de estudios: lavado, planchado y secado de cerebros


Con el transcurrir del tiempo los círculos políticos estudiaban las palabras del máximo líder, quien sabía, conocía y pensaba de todo.

La primera canción del máximo tenor de los simpáticos barbudos que bajaron de la Sierra Maestra fue aquel romántico y plañidero tema que decía “la revolución cubana es tan verde como las palmas,” que cambió dos años después, gracias a una aceitada penetración al país “por el carácter socialista de la revolución” que trajo casi de la mano a los círculos de estudios.

Claro, porque después de gritar socialismo,- todavía no era con el cementerio detrás, ni estaba impreso en la constitución del país, era socialismo a secas- fue necesario presentarle a la gente aquellos fundamentos que sostenían la doctrina desconocida.

De esa manera llegaron esgrimidos por el Mesías en jefe del Caribe los purgativos “lucha de clases”, “dialéctica”, “materialismo histórico”, entre otros, con los que nos arrancarían la infección burguesa y los cuales ya se utilizaban con verdadero placer dentro del país de la hoz y el martillo y su red de naciones satélites (después se reveló que no era tan placentero en esas naciones).

Todas esas “leyes marxistas” se complementaban a que el poder pertenecía al pueblo, bajo la sacra, más sacra de todas esas creencias: la inefable “dictadura del proletariado”, la mejor teoría que podía llegarle al barbudo mayor en su enmascarada ascensión hacia el poder total del país.

De esa manera comenzaron a explicarle a la indefensa población, que se entregó a la “buena” revolución preocupada por todos, las vías para llegar a un futuro perfecto y por eso era necesario aplicarse en los círculos de estudios.

Poco tiempo después el proletariado salió de la ecuación para quedarse sola la dictadura, el poder absoluto del superhombre dentro de esa idea nietzscheana del iluminado que rechaza la conducta de la mayoría y la prudencia. Eso fue luego, al poco tiempo.

Pero hasta llegar a ese momento los círculos de estudios fueron útiles para el nuevo régimen y servían para diseminar la propaganda con la que lavaron los cerebros de la población en todos los niveles.

Cesar Escalante, uno de los tantos tronados por el Mesías comandante en aquella depuración de 1969 contra viejos cuadros del Partido comunista, que el castrismo llamó “micro fracción, fue un activo instrumento en los primeros años del triunfo de los “sierramaestros” de la doctrina revolucionaria.

En una conferencia que dictó el 8 de septiembre de 1961 titulada, “Algunos problemas en torno a la propaganda revolucionaria”, la cual apareció en la revista “Obra revolucionaria” del 2 de octubre de ese mismo año, se advierten con claridad cuáles son los puntos necesarios para alcanzar el éxito de adoctrinamiento total, la actitud robótica del “ordeno y cumple” que necesitaba el régimen.

“La propaganda revolucionaria – es decir la propaganda sistemática por las tareas, por los objetivos que fija nuestra revolución, la propaganda por elevar constantemente la conciencia revolucionaria de los obreros, los campesinos, de los trabajadores y de todo nuestro pueblo… es sin dudas alguna una tarea diaria y sistemática de todas nuestras organizaciones… la tarea del propagandista revolucionario es llegar a la conciencia de las masas””, afirmó Escalante.

Así, de manera premeditada y con total alevosía atacaron los círculos de estudios políticos a la sociedad cubana y en sus textos se reescribió más de una vez la historia del país y de los países “amigos”. De esa manera las figuras y pensamientos revolucionarios de Marx, Engels, Stalin, Mao y Lenin se hicieron conocidas en la isla.

El marxismo llegó para quedarse, sobre todo cuando el otro barbudo alemán y padre del movimiento escribió que la clase obrera seria la sepulturera del capitalismo y eso no era una afirmación teórica, sino un hecho comprobado, argumentaban siempre los nuevos y afiebrados seguidores de la isla caribeña, empeñados en su cruzada dentro del hemisferio occidental.

Con el transcurrir del tiempo los círculos políticos estudiaban las palabras del máximo líder, quien sabía, conocía y pensaba de todo. Lo mismo en sus alocuciones concebía un plan de impulso a la zafra azucarera, que aconsejaba sobre ganadería para aumentar la leche y la carne de res o indicaba cómo funcionaba una olla arrocera.

Los círculos de estudios funcionaron en CDR, sindicatos, Partido, juventud, Federación de Mujeres cubana, Federación Estudiantil Universitaria, las Fuerzas Armadas, en fin se aplicaron a todos los estratos sociales. Nadie escapó del lavado, planchado y secado de cerebro.

Lo alucinante es que medio siglo después el régimen inyecta todavía a un sector de la población sus delirium tremens doctrinarios que sigue esa masa enajenada, capaz de aglutinarse en hordas vociferantes, agresivas y brutales para acorralar a indefensas mujeres como son las damas de blanco con la última de las valientes consignas que impulsa el régimen contra esas madres, hermanas, esposas e hijas: “Machete, que son poquitas”.

Ningún circulo de estudio puede justificar la barbarie contra personas indefensas y más si son mujeres, quienes sus únicas armas son las palabras y su ejemplo. Los maestros de la propaganda castrista temen hasta el pánico a esas armas que no la pueden ya parar sus círculos de estudios, esa vieja arma de penetración destructiva a los derechos básicos de los ciudadanos, bajo la idea totalitaria del socialismo a lo caribeño de los hermanos Castro.

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