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El virus babeliano y la Ley del Talión


Los cubanos no hablamos el mismo idioma cuando el tema se trata del castrismo y más fácil llegamos al clímax de las discusiones antagónicas que al simple, eficaz y necesario respeto a las ideas de nuestro interlocutor.

Llega diciembre y el padre tiempo está a punto de enviar este año al estante del pasado, hacia las dimensiones de lo que ya fue con sus risas y llantos, nacimientos y muertes, cuatro constantes dentro del devenir humano y dentro de ese entretejido de sucesos conocidos y desconocidos la mayor isla del Caribe sigue quieta, secuestrada, detenida en las redes de la sinrazón de quienes tienen por fe poseer el poder absoluto sobre todas las cosas.

Por más de medio siglo los cubanos sufren la nostalgia y el dolor de aguardar la llegada del nuevo año con sus familias incompletas, divididas por una ideología rígida, implacable la cual solo exige sacrificios y obediencia a quienes se quedan y desprecio y olvido a los que consiguen marcharse.

De tal manera el régimen envenenó a los cubanos con su doctrina totalitaria que al inyectarles a sus partidarios el virus de la verdad absoluta y polvorear resentimiento y malos tratos a los que se fueron consiguió lo impensable: dividir bajo el virus “babeliano” a personas que hablan la misma lengua, tienen las mismas tradiciones, cultos similares, nacieron en el mismo país y con la misma cultura.

El virus “babeliano” es la referencia de la conocida solución que aparece en las sagradas escrituras como la Torre de Babel, cuando los hombres que en esa época hablaban la misma lengua quisieron construir una torre que llegara al cielo y Dios los confundió al poner a cada uno un lenguaje diferente y como no se entendieron dejaron la construcción.

Los cubanos no hablamos el mismo idioma cuando el tema se trata del castrismo y más fácil llegamos al clímax de las discusiones antagónicas que al simple, eficaz y necesario respeto a las ideas de nuestro interlocutor.

Todo aquel que no siga nuestros criterios puede ser catalogado como “comunista” o “gusano” en dependencia del sitio donde se origine el debate. Ambos calificativos son la máxima ofensa que se le puede endilgar, desde el punto de vista político, a una persona de la isla. Al decir eso le cerramos la puerta a la razón y la dejamos fuera de cualquier debate.

En el futuro tal vez alguien para describir a la Cuba de estos años tan tormentosos diga: isla del Caribe donde vivieron comunistas y gusanos, juntos a varios cubanos. Y es que todos somos cubanos mientras no enseñemos un lado o una simpatía política.

Es cierto que los mas vilipendiados, los más castigados, a quienes se le cometieron todo tipo de atropellos y aun se perpetran contra ellos son los llamados “gusanos”, quienes en la isla son una minoría aparente – hay mas pero muchos están protegidos por la doble moral y no comentan sus criterios-.Es cierto que hay muchos crímenes que no pueden ser olvidados y merecen la justicia. Es verdad

¿Pero como reconstruiremos un país, como hallaremos un denominador común si solo queremos la consabida ley del talión del ojo por ojo? Gandhi tuvo una frase que refleja muy bien las consecuencias de la venganza sin límites: “Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego”.

Lo más triste de todo es que mientras no consigamos un punto de coincidencia, las carcajadas del régimen no dejaran de resonar al ver como mantenemos la pelea entre nosotros y no nos enfocamos contra el único y verdadero adversario político, gestor, administrador y propagador de estas ideas divisorias: el propio castrismo.

Delante de nosotros hay una lucecita encendida que indica el nuevo camino del año próximo y al terminar estos 365 días se advierten en la isla aires de resistencia, de lucha no violenta, de desobediencia civil. Hay que recordar que el poder de cualquier gobierno recae precisamente en la obediencia a las instituciones que sostienen las estructuras del poder. La obediencia es el eje central del poder político y de manera silenciosa, aun balbuceante, muchos cubanos en la isla comenzaron el camino de no obedecer.

Desde los cuatro puntos cardinales del planeta aquellos cubanos que residen fuera del país debemos apoyarlos con inteligencia y buen razonamiento. Dejemos a un lado los calificativos y comencemos a pensar como cubanos, eso sería más beneficioso a la larga que solo criticar y fustigar, desde la comodidad de nuestros refugios, todo lo que no sea a nuestra idea y semejanza.

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