SEGUNDA PARTE
“Persistentemente aclararemos la elección ante cada gobernante y cada nación: La elección moral entre la opresión, que siempre está mal, y la libertad, que es eternamente correcta. América no aceptará que los disidentes encarcelados prefieren sus cadenas o que las mujeres aceptan la humillación y el sometimiento, ni que todo ser humano aspira a vivir a merced de abusadores.
“Alentaremos la reforma en otros gobiernos poniendo en claro que el éxito en nuestras relaciones requerirá que traten con decencia a sus propios pueblos. La fe de América en la dignidad humana guiará nuestra política, pero los derechos tienen que ser mucho más que concesiones a regañadientes de los dictadores; los derechos están asegurados por la libre discrepancia y la participación de los gobernados. A la larga no hay Justicia sin Libertad y no puede haber ningún derecho humano sin libertad humana.
“Algunos, lo sé, han puesto en duda la exhortación global por la libertad aunque en este momento de la Historia cuatro décadas caracterizadas por el progreso más rápido de la libertad que se haya visto, es un mal momento para dudar. Los americanos en modo alguno deben sorprenderse jamás por el poder de nuestros ideales. Eventualmente el llamado de la Libertad acude a todas las mentes y todas las almas. No aceptamos la existencia de la tiranía perpetua porque no aceptamos la posibilidad de la esclavitud permanente. La Libertad llegará a quienes la amen.
“Hoy América de nuevo habla a los pueblos del mundo:
“Todos los que viven bajo la tiranía y la desesperanza pueden saber que: Estados Unidos no ignorará vuestra opresión ni excusará a vuestros opresores. Cuando ustedes luchen por su Libertad, nosotros lucharemos con ustedes.
“Los demócratas reformistas que encaran represión prisión o exilio deben saber que: América los ve como lo que son — los futuros líderes de vuestra nación liberada.
“Los gobernantes de regímenes delincuentes pueden estar seguros de que nosotros todavía creemos lo que Abraham Lincoln dijo: “Quienes niegan la libertad a los demás no la merecen y, bajo el reino de Dios, no pueden retenerla por mucho tiempo.