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Debidamente autorizado: Llave poderosa en el castrismo


Los debidamente autorizados son necesarios para rentar tu casa, vender comida, trabajar por cuenta propia, invertir en pequeños negocios, regalar tus efectos personales, instalar una antena de televisión parabólica, y muchos más NO y NO y NO dentro de una larga y abrumadora lista que azotan al ciudadano medio.

La sociedad del castrismo se compone del minoritario, pero poderoso, grupúsculo de ancianos líderes históricos, los cuadros políticos que ellos designan y la otra parte de la población dividida en debidamente autorizados y por supuesto quienes no están autorizados.

Debidamente autorizado es una frase poderosa y ansiada dentro de un país donde todo, o casi todo es prohibido, sospechoso, ilegal o subversivo. Es un rayo de luz que te permite salir del limbo oscuro de los no puedo donde vegeta la mayor parte de la población.

Los no autorizados siempre viven entre la siesta y el disparo, asustados en algunos casos y corrompidos y corruptores en otros dentro del difícil universo de la subsistencia, en un país donde es necesario tener siempre presto una identificación en la mano, como si fuera una pistola, para defenderte de la policía cuando te reta y dicen con su voz robótica:

-Ciudadano, déme su calné.

Es difícil comprender, para las personas que viven en sociedades abiertas, que la policía, sin una orden judicial o una acusación formal pueda parar a los ciudadanos, revisarles sus pertenencias, en caso de llevar un maletín o abrirle el baúl de su carro si se encuentra en uno.

Estar debidamente autorizado – la palabra para los de la isla tiene un sonido como de campanas alegres- le permite a un cubano que viajó a una de las misiones de esclavitud laboral del régimen, donde ese trabajador recibe una parte ínfima de su contrato, ya que la mayoría del dinero se queda el humanista régimen socialista con él, comprarse el anhelado automóvil, como lo más importante de su compra. Ese trabajador o trabajadora después de un largo tiempo alejado de su familia ahorra su dinerito para ese fin y cuando llega a la isla tiene que buscar el salvoconducto que abre las puertas, es decir estar debidamente autorizado.

La pobre víctima tiene que tener una carta del ministro que lo envió como esclavo dentro del ropaje de internacionalista a trabajar al exterior, luego otro pliego más que antes de ser tronado lo firmaba Carlos Lage y después acudir a ver si encuentra carro para la cantidad de dinero que tiene acumulado.

Lo sofisticado de esta transacción es que el carro comprado con tanto esfuerzo después no lo puede vender a quien quiera, porque en la isla solo están autorizados a la venta y compra los carros norteamericanos, según reza una carta expedida por el flamante Consejo de Ministros que prohíbe la venta y traspaso de vehículos entre particulares y solo autoriza los traspasos a los del área capitalista importados antes del triunfo de la revolución en los años 1959 y 1960, además que prohíbe la permuta entre particulares o entre estos y el Estado. ¡Qué maravilla de ley!, ¿qué inteligencia superior legisló semejante disposición?

Como dice la casi olvidada canción de la Orquesta Ritmo Oriental… “Aquí el que manda es Mulé”. Hay debidamente autorizados que son míticos, inexistentes, son como unicornios azules, caballos blancos con alas, sirenas de encantadoras voces. En ese renglón caen las ventas de las casas.

Así aunque tu familia posea una vivienda desde los tiempos de la colonia, otorgada por el mismito Diego Velázquez, no se la puedes vender a nadie y solo existe la posibilidad de permutarla. Aquellos que no son cubanos no entienden esta variante de la permuta en la que Pepe se muda para la casa de Lupe y ella se va para la de Pepe.

Claro, detrás de esa única autorización en los casos de las casas, se esconde un torrente de ilegalidades y gran corrupción que el “inteligente” estado socialista provocó al interrumpir las convenientes y usuales compra y venta de viviendas, transacciones normales en todas partes del mundo, excepto en la isla donde manda" Mulé”.

Hay muchos más debidamente autorizados que el ciudadano necesita recibir del estado si no quiere enfrentar problemas con las autoridades y son en extremos humillantes, como para volver a entrar a Cuba -en muchos casos, pese a tener dentro de su pasaporte el permiso salvador, son rechazados y los fletan de retorno al país donde residen- o el otro caso de los propios cubanos que residen en la isla y son deportados, dentro de su propio país, a sus provincias si son capturados en la capital por los “brillantes” policías, quienes dicho sea de paso son de esas provincias.

De esta manera también los debidamente autorizados son necesarios para rentar tu casa, vender comida, trabajar por cuenta propia, invertir en pequeños negocios, regalar tus efectos personales al marcharte del país, instalar una antena de televisión parabólica, y muchos más NO y NO y NO dentro de una larga y abrumadora lista que azotan al ciudadano medio.

En resumen estar debidamente autorizado es recibir la hostia divina de la misa castrista. Sin embargo para que los críticos no digan y dejen a un lado esos ataques contra su sistema político, el gobierno, dentro de su humanismo, tolerancia y respeto por los derechos humanos no exige autorización a nadie para morirse. !Ah, y el entierro es gratis!

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