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Cuba debe aprender de Puerto Rico


Los Macheteros y los independentistas puertorriqueños tienen derecho a luchar por la independencia de Puerto Rico, pero las garantías constitucionales de un estado de derecho no incluyen el derecho a fomentar el odio y la violencia.

Norberto González Claudio, dirigente del grupo subversivo Los Macheteros, arrestado en Puerto Rico el pasado día 10 de mayo por su participación en el robo de 7 millones de dólares a un camión de la Wells Fargo en 1983, abogaba por implantar en Puerto Rico un régimen al estilo de Fidel Castro en Cuba.

González Claudio y sus compañeros nunca han podido entender cómo fue posible que una mayoría abrumadora de puertorriqueños aprobara mediante plebiscito, el día 6 de febrero de 1952, la Constitución que dio a Puerto Rico el estatus de Estado Libre Asociado. Desde entonces, Puerto Rico es el único país de América Latina donde nunca ha habido un golpe de estado. El pueblo goza de todas las libertades individuales y a pesar de la actual crisis económica, su PIB alcanza los 16,300 dólares, uno de los más altos de la región. Y todo esto en sólo 3,500 millas cuadradas con una población de unos cuatro millones de habitantes.

En cambio, una pandilla de comunistas que pasaban por defensores de la democracia se apoderó del gobierno de Cuba el 1 de enero de 1959. Sin pérdida de tiempo se apropió de los medios de producción, marginó, encarceló, ejecutó o desterró a los desafectos y despilfarró los recursos nacionales. Como un cáncer que lo devora todo, derrochó los 64 mil millones de dolares que le dio la Unión Soviética, y va en camino de dilapidar los 34 mil millones de dólares que le ha dado Venezuela.

Los economistas Carmelo Mesa Lago y Jorge Sanguinetty calculan que Venezuela le ha dado a Cuba en menos de seis años la mitad de lo que le dio Moscú en 30 años. "Sin embargo, a pesar de toda esa ayuda, la economía cubana muestra indicadores negativos en casi todos los parámetros universalmente utilizados por los organismos multilaterales."

A la luz de estos hechos, ¿cómo es posible que Los Macheteros y los independentista de Puerto Rico aborrezcan el Estado Libre Asociado y aboguen por la implantación en su país de un modelo que el mismo Fidel Castro ha calificado de inservible?

Si lo que les ciega el entendimiento y nubla la inteligencia es el odio a Estados Unidos, entonces no hay nada que hacer. Pero si el problema se reduce a un mero desconocimiento de la historia, entonces podemos darle una mano.

Los procesos evolutivos de Cuba y Puerto Rico son distintos. En 1896, dos años antes de que estallara la guerra Hispano-Americana, el padre de Luis Muñoz Marín, Luis Muñoz Rivera, negoció con Práxedes Mateo Sagasta la autonomía de Puerto Rico. Esa transición pacífica favoreció una toma de conciencia de la que probablemente carecía Cuba el 20 de mayo de 1902. Luis Muñoz Marín daría continuidad a la obra de su padre durante la primera mitad del siglo XX.

En Cuba, sin embargo, ya no era posible una negociación. Una tardía carta del capitán general Ramón Blanco instaba al general Máximo Gómez «a olvidar las diferencias entre cubanos y españoles» para enfrentar juntos a Estados Unidos. Gómez le respondio en un claro lenguaje americanista, «General Blanco, usted representa una monarquía vieja y desacreditada. Usted dice que pertenecemos a una misma raza y me invita a luchar contra un invasor extranjero. Yo agradezco la intervención americana. Es demasiado tarde para un entendimiento entre su ejército y el mío» (H.Thomas 1971).

Por consiguiente, mientras en Cuba la independencia venía precedida por una guerra de aniquilamiento, Puerto Rico gozaba ya de un parlamento presidido por Luis Muñoz Rivera. Contaba con una población pobre y rural pero estable, mientras que Cuba era tierra arrasada y la infraestructura de la sociedad cubana permanecía en manos españolas. Una inmigración masiva de más de un millón de peninsulares entre 1898 y 1930 rompió el equilibrio demográfico de Cuba. Una cantidad sustancial de los hijos de esta ola migratoria tomó el poder en 1959 con deliberado propósito de pasarle la cuenta a Estados Unidos. Eso no sucedió en Puerto Rico.

Así, mientras en las primeras décadas de la República la preocupación de los cubanos giraba en torno a la Enmienda Platt y Fulgencio Batista allanaba el camino del castrismo con un golpe de estado en 1952, el pueblo de Puerto Rico aprovechaba bien su temprana arrancada. Un año antes de la fatal fecha para el pueblo cubano, Luis Muñoz Marín le explicaba al pueblo puertorriqueño la importancia de alcanzar un punto de equilibrio entre la total independencia y la estadidad.

«Los nacionalistas se han formado en un mundo completamente irreal pero los comunistas entienden la realidad económica muy bien... saben que la ruta de la independencia separa y aislada aunque se llame independencia no será de libertad, sino la más desesperante multiplicación de la pobreza de este pueblo. Los comunistas quieren crear el caos en Puerto Rico para ayudar al nacionalismo comunista ruso» (6/1/1951).

Mientras en nombre de la patria el castrismo desplazaba Cuba a la órbita soviética, Muñoz Marín defendía el entorno natural de Puerto Rico y lo expresaba en palabras que los cubanos pueden entender perfectamente.

«Hay quienes piensan en la patria sin pensar en la gente. Quien ama a la patria o cree amarla y no respeta los derechos del pueblo de la patria es un perturbado del espíritu y no podrá entender jamás los grandes significados de la democracia, de la libertad humana... Hombres con una gran turbación de espíritu que quieren al país y lo llaman la patria y sin embargo desprecian a la gente del país. Estos son los que pueden parar en fascistas o en tiranos.»

Los Macheteros y los independentistas puertorriqueños tienen derecho a luchar por la independencia de Puerto Rico, pero las garantías constitucionales de un estado de derecho no incluyen el derecho a fomentar el odio y la violencia.

Norberto González Claudio era probablemente en sus inicios un hombre idealista imbuido del misticismo y el toque delirante e irracional que suele caracterizar a los revolucionarios, pero desafortunadamente para él la historia le recordará como un vulgar ladrón y un terrorista.

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