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Las Olimpiadas desde La Habana


Alenté a gritos, junto a mi hija de 9 años, al nadador cubano Hansel García en la final de 100 metros libres.

Apagué el móvil. Le dije a mi madre, editora de mis artículos, residente en Suiza, que me tomaría un par de semanas de vacaciones. Me alejé de las tertulias de periodistas disidentes y vecinos, quienes la mayor parte del tiempo se la pasan criticando la gestión de los hermanos Castro.

Le rogué a mi hija y a mi suegra que me dieran un chance con el televisor y vieran los dibujos animados y culebrones en casa de algún vecino. Durantes 16 horas diarias, calenté el sofá de la casa de la familia de mi esposa, para ver con tranquilidad los Juegos Olímpicos de Londres.

Valió la pena. Vi la espectacular inauguración, muy británica, como era de esperar. Y observé como la china Ye Shiwen nadó un parcial de fantasía en los 400 metros combinado. Vaya tía. Ese trecho lo hizo más rápido que Ryan Lochte. Por vez primera en la historia de la natación una mujer en un tramo tiene un crono inferior a un hombre.

Por cierto, los comedidos comentaristas cubanos olvidaron decirnos que Lochte es hijo de una cubana. Me alegré que uno de mis ídolos deportivos, Michael Phelps, con sus 22 medallas, 19 de ellas de oro, superara a la gimnasta ucraniana Larisa Latynina.

Alenté a gritos, junto a mi hija de 9 años, al nadador cubano Hansel García en la final de 100 metros libres. El hombre estuvo sobrado en el último trecho. Lo nadó más rápido que el estadounidense, que el francés y hasta que el mismísimo recordista mundial, el brasileño Cielo.

Pero su reconversión de jugador de polo acuático a la natación le pasa factura en lo técnico. García arranca tan lento como un carro de petróleo. En las vueltas es algo chapucero. No se le puede pedir más: entrena en una piscina de condiciones lamentables en la barriada de Miramar.

Le aseguro que muchas escuelas de bachillerato en Europa o Estados Unidos tienen mejores piscinas. Bastante hizo el cubano con llegar a una final olímpica. No tiene trusas de mil dólares, que te impulsan como si fueses un torpedo. Tampoco entrenadores de renombre ni está insertado en competencias de calibre. Pero es un gallo de pelea.

Si por mí fuera, del deporte olímpico eliminaría el boxeo. Que peleas tan mala. El orondo comentarista quería hacernos ver que un italiano mediocre, que derrotó a otro mediocre púgil cubano, era subcampeón mundial.

Si boxeadores vulgares, como ciertos ucranianos, chinos e italianos que observé eran campeones, es un mensaje urgente de que el boxeo amateurs sobra en el calendario olímpico. Cubanos, como Lázaro Álvarez, Julio César La Cruz, Roinel Iglesias o Robersis Ramírez enseñaron un boxeo distinto, aunque no para tirar cohetes.

Están a años luz de un Yuriolkis Gamboa, Guillermo Rigondeaux o Mario Kindelán. Ni que decir de Adolfo Horta o el mejor de todos, Teófilo Stevenson. Pero viendo a la mayoría de los púgiles que tomaron parte en Londres, se puede decir que juegan en ligas diferentes.


Los boxeadores cubanos actuales parecen más toreros que púgiles. No les gustan los intercambios. Lo suyo es correr por todo el ring. Y hacer fintas de piernas y manos. Yo les daría un consejo: amigo, el boxeo es dar golpes.

Si a ratos tiraba un pestañazo fue mientras la televisión trasmitía los soporíferos y extensos carteles de boxeo. Todo lo contrario con el baloncesto.

Qué nivel. Es cierto que el Dream Team marcaba diferencia. Y que la mayoría de los jugadores de la NBA no estaban en forma. Pero los porcentajes de tiro de un señor llamado Kobe Bryant hablan por sí solo.

Observar a esos morenos mágicos con sus mates espectaculares, el tiro de tres puntos de Kevin Durant o las fantasías de LeBron James es una fiesta que en Cuba se ve cada cuatro años.


No solo eran los fabulosos gringos de la NBA. En el menú había selecciones como la Argentina de Manu Ginobili o la España de Rudy Fernández y los hermanos Gasol. Con ese complejo de plaza sitiada que tienen las trasmisiones televisivas cubanas, se le dio poca cancha a los partidos de los estadounidenses.

Hubo juegos que no se pasaron. Incluso la propia final, se emitió diferida. Que manía esa de convertirlo todo en un discurso político. Son el número uno en baloncesto. Y punto. La gente tiene derecho a ver a los mejores. Si calidad tenía el baloncesto, qué decir del voly de sala. Además más competitivo. Todos extrañamos que Cuba no estuviera en ninguno de los dos sexos. Al menos entre los hombres, calidad todavía tenemos.


Me llamó la atención el sudcoreano, ciego legalmente, que con una facilidad pasmosa hacía diana con sus flechas en la arquería olímpica.

Después de Cuba, yo hinchaba por Brasil. Me decepcionaron sus voleibolistas de playa. Y sufrí durante el partido final de voly de sala masculino que perdieron increíblemente frente a Rusia, luego de haber ganado dos parciales.

Lo siento por Giba. Hubiera sido el tercer título olímpico del voly masculino. Las mujeres sacaron la cara y arrollaron en la final a Estados Unidos. El futbol brasileño sigue en deuda. No hay manera que gane una medalla de oro olímpica. Es el único trofeo que les falta. Ahora, ni Neymar, Oscar, Leandro o Marcelo, estrellas en ciernes, pudieron con el once mexicano sin tantos nombres, pero se plantaron serios en la cancha de Wembley.

Vi algo de tenis. Y de deportes un tanto exóticos para mí como el piragüismo y la equitación. Aun me asombro como un abuelo japonés de 71 años era capaz de competir. Y un canadiense de 64 años obtuvo una medalla de bronce. Nadie supo decirme si los caballos eran tan viejos como sus jinetes.

Si longeva es la equitación todo lo contrario resulta la gimnasia. Pero el deporte más emotivo, según mi opinión, fue el atletismo. La sorpresa fue el dominicano Félix Sánchez. A sus 34 años todos lo daban por perdido. Resurgió de sus cenizas. Ave Félix. Qué carrera. Y que emoción ver a ese hombre llorando a moco tendido en lo más alto del podio. Donde quiera que esté su difunta abuela, la persona que lo crió, debe estar satisfecha de su nieto.

Ya lo de Usaín Bolt no es noticia. Es el primer hombre del mundo que se ha inventado una manera de volar sobre la pista. Para mí, este tipo no es un terrícola. 9.63 en cien metros, la segunda mejor marca de la historia.19.32 en 200, la cuarta. Y un remate de otra galaxia en los 4 x 100 para estampar un increíble registro de 36.84.

Pero fuera de serie no es solo Bolt. De Kenia llegó David Rudisha, de 23 años y con una marca de 1.40:91. Este hombre corrió sin sudar la carrera de 800 metros más rápida de la historia. Pronostico que romperá su propio récord mundial y bajará sde los 1.40.

Allyson Félix es otra gigante. Ganó 200 metros y fue pieza clave en los relevos de 4x100 y 4x400. En el relevo corto las estadounidenses echaron abajo una marca en posesión de la desaparecida RDA desde 1985. hace 27 años, con un registro de 41.37.

Después de la ceremonia de clausura, y luego de estar 14 madrugadas, mañanas y tardes viendo deportes en vivo o diferido, caí en la cama y de un tirón dormí doce horas.

El lunes 13 de agosto volví a la rutina. Escribir crónicas de la Cuba que los medios oficiales ocultan. Dar mis puntos de vistas sobre temas políticos, deportivos u económicos. Charlar con familiares, amigos y gente de la calle.


Me gusta el periodismo. Soy un prisionero del oficio. Anhelo que el tiempo pase volando, para disfrutar de Río 2016. Y ver qué nos depara el futuro . Quizás en este cuato años se decide la suerte de Cuba.
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