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Periodismo de guerrilla para Cuba


Si el castrismo está en pie de guerra contra la prensa, lo único que podemos hacer es presentarnos en la batalla y combatirle con nuestras armas, que no son otras que la información y la comunicación.

En Cuba el ambiente está más que enrarecido. Y sobre todo por motivos internos como han sido el fallecimiento del ministro Julio Casas Regueiro, la práctica desaparición de Fidel Castro, además de un aumento de la represión contra los opositores, cuyas acciones cogen, en las últimas semanas, un nuevo impulso en las calles mientras que los medios tecnológicos contribuyen a su difusión global. Como más decaído y sombrío parece estar el régimen, con más vigor se muestra su oposición interna.

Este es por supuesto un contexto en el que cobra más importancia que nunca la información, ante todo la procedente de fuentes a las que se les pueda suponer un grado mayor de imparcialidad, como debería ser en este caso la prensa extranjera. En Cuba, en cambio, esto puede ser menos cierto, debido a que el régimen impone unilateralmente sus condiciones a los profesionales del periodismo, vengan de donde vengan.

En este ámbito, se han producido en las últimas semanas varias denuncias de periodistas extranjeros contra los abusos del castrismo. A principios de agosto, AFP explicaba que el gobierno cubano le había cerrado el paso para incorporarse al despacho de esta agencia internacional en La Habana. Uno de los motivos del rechazo podría ser su trabajo como periodista en Miami. Los periodistas que han trabajado cerca del exilio pasan a formar parte de una lista negra.

Hace escasos días el periódico español El País denunciaba que su corresponsal en La Habana por más de veinte años, Mauricio Vicent, había perdido la credencial de prensa para trabajar en la Isla dado que el gobierno cubano decidió no renovársela. Este hecho ha provocado la publicación de uno de los editoriales más agresivos contra el régimen de La Habana por parte del periódico más importante en el ámbito de la prensa en español, en donde se llega a dar por sentado que el fin del castrismo está cerca.

Toda esta situación genera muchas dudas sobre el papel del corresponsal extranjero en Cuba. Pocos o ningún corresponsal en la Isla cuenta hoy con mucha simpatía de los cubanos en el exilio. Incluso la bloguera Yoani Sánchez se preguntaba en Twitter dónde estaban los colegas de la prensa extranjera en Cuba para mostrar su solidaridad con Mauricio Vicent. Nuevamente la prensa extranjera opta por su cómoda presencia fantasmal en la Isla, optando en ocasiones para hacer tímidas incursiones en el mundo opositor. Para que no se diga.

Si bien se reconoce el control de precisión quirúrgica y la presión del régimen sobre el trabajo de estos periodistas, lo que no se comprende es que pueda aceptarse como natural y normal la censura previa de una dictadura. Es lógico que el régimen logre domesticar a la prensa propia, pero es triste ver que profesionales que vienen del mundo libre se dejan dominar dócilmente, aunque algunas firmas hayan dado muestras de su simpatía ideológica hacia el castrismo, por lo que acatar sus normas no les resulta duro.

Esta aceptación de las reglas del juego del totalitarismo desnaturaliza la esencia misma del periodismo y su función democrática que es el cuestionamiento continuo de los gobiernos y sus acciones. Es por esto que en Cuba es preciso un cierto periodismo de guerrilla, hasta cuando la profesión, en lugar de ser denigrada como hasta ahora, cuente con el respeto y los instrumentos mínimos para su realización. Lo que no parece normal es que la prensa acepte unas condiciones por parte del régimen incluso a veces más restrictivas que las que viven periodistas que trabajan en países en guerra, como es el caso de Libia. Las medidas excepcionales en cuanto a la prensa en Cuba no son motivadas por razones de seguridad nacional, sino más bien por razones de guerra ideológica y necesidad vital del poder de abortar la libertad de expresión.

A los periodistas les toca asumir, en ese contexto, un papel de defensores de la libertad en el ejercicio de su profesión, porque periodistas amordazados no tiene que haber ni en Madrid ni en La Habana. Si el castrismo está en pie de guerra contra la prensa, lo único que podemos hacer es presentarnos en la batalla y combatirle con nuestras armas, que no son otras que la información y la comunicación.

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