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Sin justicia para Ivonne Malleza


El castrismo, a pesar de muchos, ha logrado seducir a millones de personas en el mundo con un discurso simple y universal al que a penas nadie creo que pueda oponerse, a no ser de que se trate de alguien a quien no le moleste pasar por insolidario.

Para mí una manifestación no es nada excepcional. Es un derecho que siempre ha estado ahí. Digo siempre ha estado, aunque debo matizar: desde que mi país se dotó de una Constitución en la que los individuos empezaron a ser algo. En estos días vemos cómo la falta de este derecho en Cuba conduce a las personas hacia situaciones que hieren profundamente sus derechos y su libertad de expresión. El caso de Ivonne Malleza y la protesta en el Parque de la Fraternidad, por la que podría pasar ahora un tiempo en la cárcel, nos muestran hasta qué punto el régimen de La Habana ataca lo que debería ser en la Isla un derecho básico e innegable, como lo es en muchas partes del mundo. No en vano, la revista Time acaba de declarar a los que protestan como el personaje del año.

En España basta tener algún motivo para protestar, incluso si se quiere exigir el cambio de sistema, para que el Estado te dé el derecho a salir a la calle a vociferar tranquilamente tus consignas. Sólo hay que respetar unas mínimas normas de civismo, como es acordar el horario durante el que se te permite hacer tu convocatoria y procurar no interrumpir la actividad de comercios en la vía pública, por ejemplo. Si yo quiero manifestarme sólo tengo que ir a la comisaría más cercana y presentar una solicitud exponiendo mis motivos. A los pocos días recibiré una carta en mi buzón dándome la luz verde para que celebre la manifestación. A partir de ahí puedo convocar a quien quiera a través de las redes sociales o repartiendo pasquines en mi barrio. Nadie me perseguirá ni espiará por ello. Nadie me apuntará con el dedo y dirá que me pagó una mano negra.

La cuestión es que es fácil obtener el tiempo y el espacio para intentar convencer a los demás, en un sitio público, de que mi idea es buena, de que vale la pena defenderla y de que puede mejorar nuestras vidas en algún sentido. Durante mucho tiempo, cuando era estudiante, en el centro de Barcelona me cruzaba regularmente grupos de jóvenes que me ofrecían información acerca de un sistema de organización social que ellos llamaban "autogestión". Según ellos, era fantástico. Otros se acercaban a mi para seducirme de los beneficios de una sociedad que hiciera frente a los excesos del capitalismo. En cierta forma, algunos de los ideales del actual 15-M y los movimientos Occupy han estado siempre presentes.

En mi universidad existía un fuerte movimiento asociativo y, dentro de este, había también muchos representantes de lo que se llama el altermundismo, aquel tipo de organizaciones que, con las ventajas y herramientas que una sociedad libre como la nuestra ofrece, trabajaban a favor de ideas que precisamente buscaban desmantelar ese tipo de sociedad. Esta es una contradicción sobre la cual todavía no encuentro una explicación certera. Me resulta difícil entender la animadversión que muchos sienten por un sistema que les ofrece un espacio de libertad tan amplio cuando, por el contrario, abren los brazos a regímenes de los que tenemos tantas y tantas pruebas diarias sobre su naturaleza castradora y represiva. Por supuesto, estas organizaciones usualmente se solidarizan con el castrismo. No saben o no quieren saber que personas como Ivonne Malleza existen.

El castrismo, a pesar de muchos, ha logrado seducir a millones de personas en el mundo con un discurso simple y universal al que a penas nadie creo que pueda oponerse, a no ser de que se trate de alguien a quien no le moleste pasar por insolidario. En realidad, no conozco a ninguna persona que esté en contra de un futuro en el que la sociedad sea más justa y en el que la riqueza esté más bien repartida, de forma que nadie sufra por necesidad. Eso lo dice el castrismo y me lo dijeron por igual todas y cada una de mis maestras en clase de catequesis, que atendía religiosamente cuando era un niño. Ese es un resumen simple de lo que el castrismo dice defender, claro está que para llegar a eso aplica métodos totalmente equivocados, porque más que justicia social multiplica y extiende la injusticia, además que ya la mayoría sabemos que tras este discurso lo que hay es pura y simplemente la necesidad de mantener el poder por parte de una élite corrupta.

Por lo que Ivonne Malleza podría ser ahora encarcelada, el pedir el fin del hambre y la miseria en Cuba, han salido miles de personas en España. Claro está que quizás no se ha salido para pedir el fin el hambre en España porque ese no es un problema en el país, pero sí para pedir de alguna manera justicia en situaciones que se considera que no existe

. El Estado no ha visto en ningún caso que esas protestas puedan suponer un atentado contra la soberanía nacional ni tampoco han considerado que sea necesario prohibirlas. Realmente, no conozco ni un sólo caso de personas que estén en la cárcel en España por haber desplegado una sábana en la que pusiera algo así como “abajo el hambre”. Pancartas de ese estilo se pueden pasar días a la vista de todo el mundo porque incluso cualquiera es libre de colgar en el balcón de su casa el lema que quiera. De hecho, muchas comunidades de vecinos adoptan este tipo de protesta cuando quieren que algo de su barrio se solucione y desean llamar la atención de las autoridades que deben tomar las medidas oportunas para resolver el conflicto. Mientras, en Cuba, Ivonne Malleza podría pasar un tiempo entre rejas por desplegar un simple sábana en medio de un parque público. A pesar de ello, algunos en Europa -de aquellos que se definen de izquierdas- seguirán admirando el gobierno de Raúl Castro.

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