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Explotadora de niños en las calles de la Habana


Una mujer que se dedica a enviar a niños a pedir limosnas en La Habana. Foto: Josú Hugo Fernández (cortesía).
Una mujer que se dedica a enviar a niños a pedir limosnas en La Habana. Foto: Josú Hugo Fernández (cortesía).

Una mujer se dedica a enviar menores a pedir limosna a los turistas en La Habana sin que intervengan las autoridades, como reporta el periodista independiente JHF.

No es la única persona en La Habana que se dedica a explotar a los niños, pero otros tienen al menos la precaución de no hacerlo ante la mirada pública. Aterriza en los sitios más visitados por el turismo extranjero y, a la luz del sol, distribuye a su banda, cuyos miembros (ninguno con más de 10 años de edad) tienen la misión de pedirle dinero a los turistas mientras ella controla cada uno de sus movimientos, presta a despojarlos de todo cuanto consiguen.

Como quiera que la vista hace fe, sería bueno que algún activo de la Comisión de Atención a la Niñez, la Juventud, y la Igualdad de Derechos de la Mujer (adscrita a la Asamblea Nacional del Poder Popular), o que algún ilustre representante de la UNICEF en la Isla, fuesen a verlo con sus ojos en la Feria de Artesanía de la Avenida del Puerto. No es que el fenómeno sea observable únicamente allí, pero es donde acabo de ver y retratar a la explotadora en cuestión.

Antes que alguien se apresure a responder con datos fríos, más que con hechos contantes y sonantes, debo reconocer que en Cuba los derechos de la infancia están protegidos por la Constitución de la República a través de diversos códigos, leyes y decretos leyes.

Mientras que la institucionalización del adoctrinamiento político para los niños no sea descrita como lo que es: un delito de lesa humanidad, se podrá decir que el nuestro le saca raya y salida a los demás países del tercer mundo en lo que respecta a la buena atención a la niñez.

La aplicación aquí de aquella máxima hitleriana: "Tú puedes no pensar como yo, pero tus hijos me pertenecen", propicia que los niños sean tratados con real deferencia, para beneplácito de ciertos románticos observadores internacionales. Pero el hecho concreto es que no resulta común encontrar a desalmados como la explotadora de la foto, que se lancen a violar lo legislado en lugares de tanta concurrencia y además particularmente vigilados por la policía.

Por contravenciones muchísimo menos graves, otros luchadores del peso y aun los cuentapropistas habaneros viven bajo el constante asedio de los agentes de la ley. Muy difícil será encontrar en cualquier otra parte del mundo una ciudad con mayor número de policías, inspectores e informantes de toda laya por cada metro cuadrado. ¿Cómo es posible, entonces, que pasen por alto fechorías de tal magnitud y además expuestas tan descaradamente ante sus narices?

No me parece que sea por complicidad por lo que no arremeten contra este tipo de fenómeno. Pero tal vez sea porque no alinea entre sus objetivos priorizados.

Es artículo fue publicado originalmente en el portal Misceláneas de Cuba, el 4 de diciembre de 2014.

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