¿Qué ganó el reverendo Jesse Jackson con su reciente visita a Cuba?
La reciente visita a Cuba del reverendo Jesse Jackson le sirvió para revalorizarse en la arena de la diplomacia internacional como un posible negociador de temas álgidos y con interlocutores difíciles.
Jackson fue recibido por funcionarios cubanos que escucharon sus peticiones y rejuegos diplomáticos para preocuparse por la situación de Allan Gross, un tema que venía incluido en su agenda pero sin decirlo directamente y solo trayéndolo a la mesa como segundo tema.
Esta visita de Jackson a La Habana aparentemente solo perseguía negociar con los representantes de la guerrilla de las FARC de Colombia la liberación de un exsoldado norteamericano secuestrado por esta guerrilla en pleno territorio de la selva colombiana.
Pero era de esperar que el reverendo llegara también a proponerse como intermediario para negociar la salida de Gross o al menos que se le permitiera verlo.
La distinción, atención y oficialidad con que el reverendo Jackson fue tratado por las autoridades cubanas y por los líderes guerrilleros colombianos le devuelve a los escenarios principales de la política de los que disfrutó mediado de la década de los 80 cuando era un conocido candidato presidencial en las primarias demócratas norteamericanas.
Con la habilidad que le otorgan tantos años en estos rejuegos de poder, el reverendo intenta ahora restar importancia al detalle de que no se le permitiera ver al prisionero norteamericano y advierte sobre la existencia de una posibilidad de negociación mediante su mediación para el canje deseado por las autoridades cubanas.
Y de paso expone que su presencia será fundamental para la liberación del ciudadano norteamericano en manos de las FARC, lo que le crearía un precedente considerable para ser tenido en cuenta por la casa blanca en el tema de Allan Gross.
Así que aunque parezca que no, el reverendo ganó mucho con la visita a La Habana.
La reciente visita a Cuba del reverendo Jesse Jackson le sirvió para revalorizarse en la arena de la diplomacia internacional como un posible negociador de temas álgidos y con interlocutores difíciles.
Jackson fue recibido por funcionarios cubanos que escucharon sus peticiones y rejuegos diplomáticos para preocuparse por la situación de Allan Gross, un tema que venía incluido en su agenda pero sin decirlo directamente y solo trayéndolo a la mesa como segundo tema.
Esta visita de Jackson a La Habana aparentemente solo perseguía negociar con los representantes de la guerrilla de las FARC de Colombia la liberación de un exsoldado norteamericano secuestrado por esta guerrilla en pleno territorio de la selva colombiana.
Pero era de esperar que el reverendo llegara también a proponerse como intermediario para negociar la salida de Gross o al menos que se le permitiera verlo.
La distinción, atención y oficialidad con que el reverendo Jackson fue tratado por las autoridades cubanas y por los líderes guerrilleros colombianos le devuelve a los escenarios principales de la política de los que disfrutó mediado de la década de los 80 cuando era un conocido candidato presidencial en las primarias demócratas norteamericanas.
Con la habilidad que le otorgan tantos años en estos rejuegos de poder, el reverendo intenta ahora restar importancia al detalle de que no se le permitiera ver al prisionero norteamericano y advierte sobre la existencia de una posibilidad de negociación mediante su mediación para el canje deseado por las autoridades cubanas.
Y de paso expone que su presencia será fundamental para la liberación del ciudadano norteamericano en manos de las FARC, lo que le crearía un precedente considerable para ser tenido en cuenta por la casa blanca en el tema de Allan Gross.
Así que aunque parezca que no, el reverendo ganó mucho con la visita a La Habana.