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Dios y las ganancias en Cuba


A los enemigos de los Castro -dice Tim Padgett - les huele a colaboracionismo, pero Ortega aduce que el arreglo le permite a la iglesia predicar un pluralismo social, económico e incluso político.

Desde marzo del 2010 a la fecha se ha criticado mucho a la Iglesia Católica cubana por tener una actitud tibia, si no complaciente, frente al gobierno de la isla, incluso después que ese gobierno la identificó como el único interlocutor aceptable para resolver el embrollo de los presos de la Primavera Negra del 2003 que tanto estaba dañando su ya deteriorada imagen.

Esa posición, sin embargo, le ha reportado dividendos a la Iglesia en el último año, o por lo menos eso es lo que sugiere un reportaje de la revista Time titulado "God and Profits: How the Catholic Church Is Making A Comeback in Cuba", o "Dios y los dividendos: Cómo está resurgiendo la Iglesia Católica en Cuba"

En un breve inventario de esas ganancias, el autor, Tim Padgett, recuenta que en noviembre pasado se inauguró en La Habana un nuevo seminario, el primero en más de 50 años. Una imagen de la Virgen de la Caridad ha sido aclamada por multitudes mientras recorre la isla hasta el aniversario 400 de su hallazgo el año próximo. Y las diócesis católicas han ampliado su formación de maestros, líderes cívicos y empresarios, ofreciendo cursos para optar incluso por el título capitalista por antonomasia: Maestría en Administración de Negocios.

Señala Padgett que en agosto, en la Asamblea Nacional, Raúl Castro ofreció un mea culpa por haber mantenido durante décadas en la lista negra "a los cubanos con creencias religiosas". Dice jubiloso el cardenal Jaime Ortega: "Estamos respirando una atmósfera de cambio, se percibe un momento en el que ya no hay confrontación" entre la Iglesia y el Estado.

Mientras, muchos críticos del castrismo se preguntan que hay de positivo en que la iglesia cubana regrese al primer plano de la actualidad, si no es capaz de impulsar cambios democráticos, como los que catalizó la iglesia polaca. Andy Gómez, investigador principal del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami, considera que "para muchos la Iglesia cubana se está moviendo demasiado despacio".

Padgett, de Time, cita al arzobispo de Miami Thomas Wenski, quien opina que sus similares en la isla están "abriendo nuevos espacios para la iniciativa individual y el pensamiento independiente" así como promoviendo "un sentido de reconciliación" entre los cubanos. Ortega, sin embargo, advierte que la iglesia no se debe "extralimitar".

Acerca del proceso de mediación que iniciaron los obispos de Cuba junto con el gobierno español a principios de 2010, dice Gómez, de la Universidad de Miami, "La Iglesia vio una oportunidad para sacar a esta gente de sus miserables condiciones carcelarias y, después de lograrlo, siente que ha ganado un nuevo prestigio que puede ayudarle a influir mucho más en reformas democráticas y de mercado en Cuba".

Pero él y otros señalan que la salida de muchos de los presos de Cuba --por decisión propia o bajo presión-- deja la impresión de que la Iglesia, lejos de fortalecer su influencia sobre Raúl Castro, ha sido asimilada por éste.

Apunta el autor que las esperanzas de que la Iglesia católica pueda hacer en Cuba algo como lo que hizo en Europa Oriental son exageradas, pues en Cuba nunca ha existido una devoción masiva como en Polonia.

Pero hay un campo donde la Iglesia cubana puede dejar su marca más indeleble en las actuales reformas, dice Padgett, y es que, según él, por más políticamente reprimidos que se sientan los cubanos, sus mayores preocupaciones son económicas: la mayoría subsiste con menos de 20 dólares mensuales. De ahí que entre los programas diocesanos más populares de la Iglesia figuren clases de liderazgo, en las que se se enseñan habilidades de la libre empresa: desde contabilidad hasta mercadeo. Al parecer -revela el autor-- la arquidiócesis de La Habana se ha asociado con una universidad española, previa bendición de Raúl Castro, para ofrecer un programa de Maestría en Administración de Negocios.

También participa en esta habilitación de los cubanos la rama asistencial de la Iglesia. Cáritas espera lanzar un proyecto de micro-préstamos para ayudar a muchos microempresarios a crecer más allá de los timbiriches que los Castro han permitido desde los años 90, hasta empresas capaces de absorber el 20 por ciento de la fuerza laboral estatal que será despedido

Grupos sin fines de lucro en Estados Unidos y Europa le han dicho a Time que, si La Habana y Washington lo permiten, están listos para canalizar decenas de millones de dólares a Cáritas para un fondo de microcréditos. "Mi última esperanza es la iglesia", dice Roque, un militar retirado de mediana edad, que se encontraba el mes pasado entre la multitud que dio la bienvenida en La Habana a la imagen de la Virgen. "Ellos nos ayudan con comida, y me están enviando a tomar clases de computación", dice.

Muchos de los miles de cubanos que asisten a los seminarios de la iglesia dicen que también aprenden a hacer negocios legales después de décadas de trapicheo ilícito. Un participante de las provincias orientales le dijo al reportero de Time: "Yo no soy muy religioso, pero la iglesia aporta un marco moral que a veces falta en nuestra lucha por sobrevivir".

Señala Tim Padgett que, aunque aún no se le permite operar escuelas, la iglesia al menos puede acceder a la educación por la puerta de atrás, y de paso Raúl Castro consigue que los cubanos obtengan una formación empresarial que las escuelas y universidades del Estado no están equipadas para ofrecer.

A los enemigos de los Castro -dice el autor--les huele a colaboracionismo, pero Ortega aduce que el arreglo le permite a la iglesia predicar un pluralismo social, económico e incluso político. Lograr más que eso, por ahora --concluye Tim Padgett su reportaje para la revista Time-- podría requerir la intercesión de la mismísima Virgen de la Caridad.

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