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Asearse, un lujo en Cuba


Desde hace varias semanas, la escasez de productos de aseo se ha convertido en un problema nacional.

Los períodos de desabastecimiento en Cuba son cada vez más prolongados. Señal de que la economía sigue atascada en los mismos pantanos: el burocratismo, las frases triunfalistas y la determinación de la nomenclatura a conservar las líneas maestras del sistema a contrapelo de las necesidades de un cambio integral, sostenido y profundo.

Desde hace varias semanas, la escasez de productos de aseo se ha convertido en un problema nacional. En las calles hay comentarios a granel sobre las causas de las insuficiencias, pero ya es hora de que en los medios oficiales se exponga el asunto con pelos y señales, algo realmente quimérico donde la prensa es una caja de resonancia de los intereses de la cúpula verdeolivo.

Conseguir un frasco de desodorante a precios razonables es como buscar una aguja en un pajar. Las axilas que pueden exteriorizar fragancias de más de 4.00 CUC en adelante son pocas en un país donde el salario promedio es de 21 CUC al mes.

"Por el momento estoy resolviendo con agua de colonia. Menos mal que estamos en invierno. Para colmo, no es fácil conseguir ni leche de magnesia ni bicarbonato para no coger peste. Yo espero que la situación se normalice pronto", alegó Maricela, una mujer que trabajo en un centro elaboración de alimentos ubicado en la Habana Vieja.

La pasta dental, el jabón y el detergente también entran en la lista de artículos deficitarios.

En el oriente cubano la escasez es más acentuada que en la capital, de acuerdo al testimonio de una residente en la ciudad de Bayamo.

"¿Hasta dónde nos van a llevar? Es una vergüenza lo que está sucediendo. Nos estamos bañando gracias a un vecino que me regaló un pedazo de jabón. Hace días que nos cepillamos los dientes con agua sola", explicó por vía telefónica una señora que pidió el anonimato.

Tales condiciones se agudizan a partir del acaparamiento. Una parte sustancial de los productos que llegan a las tiendas pasan a manos de revendedores que lo proponen, sin mucha discreción, en esquinas y portales.

En La Habana la policía no ha podido contener lo que es desde hace años un modo de vida para miles de personas.

En estos casos, dado el descontrol reinante, no es raro que hasta los uniformados participen en las transacciones. A cambio de su colaboración, reciben sus honorarios en dinero y en especie.

Cada día crecen los incentivos para que se fortalezca la cadena de ilegalidades y tome mayor fuerza el parasitismo social.

La inviabilidad del modelo es un secreto a voces. Lástima que el país se siga deteriorando ética, moral y materialmente sin que haya, desde el poder, una verdadera toma de conciencia de lo grave de la situación.

"Tengo que emborracharme porque me voy a volver loco. El día menos pensado esto va a explotar. Ya la gente no puede más. De contra que lo que te pagan no alcanza ni para empezar, ahora es un lujo untarse desodorante", indicó Roberto, un vecino del barrio al que le tuve que regalar un poco de pasta dental.

"Si lo administramos bien, tenemos desodorante para diez o doce días", señaló antes de marcharse.

Publicado en Primavera Digital el 30 de enero de 2014
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