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Ayer CDR fui, hoy sombra de mí no soy


"La presidenta del CDR de un amigo se mantiene por la remesa familiar enviada desde el norte",
"La presidenta del CDR de un amigo se mantiene por la remesa familiar enviada desde el norte",

Entre la infinidad de ficciones del poder político cubano, para adulterar su propia historia, está el nacimiento de los Comités de Defensa de la Revolución, hace 54 años, el 28 de septiembre de 1960.

Dice la leyenda oficial, que un millón de personas se reunieron frente al antiguo Palacio Presidencial en La Habana Vieja, a escuchar a Fidel Castro Ruz, en la noche del 28 de septiembre de 1960, cuando se oyeron varias explosiones. Entonces los allí reunidos -continúa el mito-, respondieron con vivas a la Revolución, a su líder y entonaron las notas del Himno Nacional. Esa misma noche al terminar el discurso, nacían los primeros Comités de Defensa de la Revolución, sui géneris organización.

Esa es la historia oficial. ¿O sea sonaron unas bombas y nadie huyó? ¿En un espacio donde no cabrían ni cincuenta mil personas apretadas, había un millón? Demasiada falsedad para un solo nacimiento.

Una pareja camina junto a un cartel con el emblema de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), en La Habana, Cuba.
Una pareja camina junto a un cartel con el emblema de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), en La Habana, Cuba.

Se puede pensar, que aquellos petardos, fueron explotados para lograr un efecto de peligro en el público y movilizarlos en una dirección política. Sobre todo a los que escuchaban la alocución por radio. Sucedió igual meses después, en el preludio de la invasión de Bahía de Cochinos, cuando se declaró el carácter dictatorial y autoritario del gobierno. El que no estuviera de acuerdo… ya se sabe que pasó.

Los cierto es que los CDR, nacieron con una misión establecida. Controlar las resistencias comunitarias a la dictadura. Aunque muchos responsabilizan a Fidel Castro Ruz, con esa medida, la historia indica que fueron funcionarios del Partido Socialista Popular (comunista), que controlaban el Ministerio del Interior y los servicios de inteligencia, los que propusieron la idea, a partir de la experiencia rusa y china de control social.

Con esos juicios, los CDR, nacieron con un eslogan que esclarecía su misión. ¡Con la guardia en alto! Y un logotipo, que representaba un escudo medieval, con la cabeza de un hombre con sombrero y sobre él, su brazo derecho blandiendo un machete. La señal era clara.

Hoy los ciudadanos prestan muy poco interés al CDR.

En un país, fracturado por un movimiento armado, donde se fusilaba y encarcelaba a quien no apoyara claramente al gobierno, convertirse en miembro de los CDR (cederista) o miliciano, se convirtió en carta de entrada al parnaso del poder, de donde se desalojaba a las “fuerzas vivas”. Ser cederista era ser revolucionarios, o mejor fidelista y para eso se puso una chapilla en las puertas que decía esta es tu casa Fidel, como “resguardo” o amuleto, ante el terror verde olivo.

Su poder burocrático durante las tres primeras décadas fue inmenso. Un informe negativo del Presidente del CDR, podía impedir un viaje al extranjero, un ascenso laboral o el otorgamiento de una beca para continuar estudios.

Según el periodista Paulino Alfonso, hubo muchas personas que por fe abrazaron la causa de los “Comités” de barrio. Le doy la razón. Pero no olvido al Presidente del CDR de mi cuadra en el año 1981, cuando en medio de su borrachera en una fiesta, recordó que era 4 de septiembre y gritó a todo pulmón, ¡Hoy es el día del General! O sea Dula y Cucho, el matrimonio que manichaba el CDR de la cuadra, parece que batistianos hasta 1958, se convirtieron a castristas, como se cambia un cuadro fotográfico del centro de la sala.

Fue muchas veces esta “fe de los conversos”, la que marcó la intolerancia y extremismo de los CDR.

Una mujer posa junto al mural de un Comité de Defensa de la Revolución (CDR)
Una mujer posa junto al mural de un Comité de Defensa de la Revolución (CDR)

Cincuenta y cuatro años después, los CDR ya no tienen el poder de antes. Jineteras, corruptos y mayameros (los que se fueron como “gusanos” y regresaron como “mariposas”) controlan sus estructuras de base. También son pocas las instituciones que requieren sus servicios, además de la policía nacional y la de seguridad del estado, para observar a los demócratas insulares. En algunos casos, como ocurre cada vez más con los mítines de repudio contra activistas cívicos, pocas veces pueden contar con los cederista del barrio, para lapidar verbalmente a los descontentos.

La crisis de la mayor agrupación de masas del país, como le gusta hacerse llamar, vino como todo en Cuba con el derrumbe del Muro de Berlín y el desmembramiento del mundo moral soviético y si bien el subsidio venezolano en los últimos diez años articuló nuevamente algunas estructuras, los CDR no llegaron a sentir el aliento del renacimiento.

Hago hincapié en la década del noventa del siglo XX, como momento de la desarticulación de los Comités, debido a que en esa fecha, cayeron los valores morales de toda la sociedad, sobre todos los que se basaban en la convivencia entre vecinos. ¿Qué importaba una joven jinetera (prostituta), si contribuía con la “caldosa” o el ron de la fiesta por el 28 de septiembre? ¿Importaba si el almacenero de una tienda TRD aumentó su patrimonio familiar en base del robo del que era cómplice, si era patrocinador de la actividad cederista?

Hoy los ciudadanos prestan muy poco interés al CDR. Sus antiguas y llamativas fiestas patrocinadas por el Estado, se convirtieron en una reunión de ancianos nostálgicos y recalcitrantes, que intentan revivir viejas glorias en medio de sus miserias. Mientras los pocos jóvenes prefieren huir hacia delante.

Quizás el principal apoyo de los CDR a la comunidad se relaciona con la Salud Pública. A través de la organización los consultorios del Médico de la Familia realizan parte de su trabajo de prevención sanitaria. Otro punto de interés es el de la organización de las circunscripciones electorales. Pero ese es otro tema. Por lo pronto y muy debilitado, el hombre del escudo y el machete blandido sobre su cabeza, nos sigue mirando desde cada barrio.

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