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Una morgue singular


El Papa junto a Fidel Castro.
El Papa junto a Fidel Castro.
Como ya se había anunciado, la visita del Santo Padre a cualquier lugar del mundo es todo un suceso que atrae la atención de católicos y no católicos, estimula la opinión y el comentario de creyentes, agnósticos y ateos.

Cuba no fue la excepción. Pero a veces los humanos nos empeñamos en buscar esas respuestas que no poseen ni Dios ni El Diablo, sacamos frases de contexto con tal de inventar ilusiones.

Las sagradas escrituras están repletas de versículos como este: “Desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí”. Con esto me arriesgo a decir que hablar de la tolerancia, los pobres, los enfermos y los presos, es un discurso necesario pero genérico que sirve lo mismo en La Habana, Honolulu, Edmonton o Katmandú.

Durante todos estos días, la policía detuvo a más de 150 personas para evitar que asistieran a misa, el clero cubano calló y perdió credibilidad. No veo mucha diferencia entre el año 60 y el 2000. Ayer expulsaron a curas, hoy expulsan a feligreses. Las ranas no son más que anfibios de aspecto desagradable y excelentes saltadoras.

El viaje de Su Santidad Benedicto XVI nos dejó muy útiles enseñanzas, la primera a tener en cuenta: por más que beses, las ranas no se convierten en princesas, el tiempo continúa corriendo y vivir mirando hacia afuera no resuelve nuestros problemas.
Santiago de Cuba es una ciudad con fama, muy bien merecida, de excelente tradición coral.

Los cantos que adornaron la homilía del Sumo Pontífice estuvieron de maravilla, inmejorables, también vimos muy bien organizado el coro de agresivos prelados gubernamentales que con total jurisdicción policial golpearon al parroquiano que intentó acercarse al altar para pedir Libertad.

Sin dudas, El Papa trasmitió al pueblo cubano su mensaje de esperanza, pero no logro entender de qué sirve un viernes santo festivo para quien sufre o disfruta de un interminable año sabático.

Es demasiado temprano para estimar el impacto de una peregrinación desbordante en expectativas. Para mí la mejor pincelada de esta jornada pastoral que no sabría definir si devendrá en ideológica, política, humorística o religiosa, fue la osadía de convertir la Nunciatura apostólica en una morgue local para dar la extremaunción a un cadáver que no muere, y regalar en secreto un rosario bendecido para el mesías que aún enfermo no se decide a enfermar.
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