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Las tribulaciones de un régimen anti-Internet


Una masa desconectada es una masa desactivada, incapacitada para actuar, atada y amordazada para evitar el impulso que conduzca a un cambio indetenible.

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Hace pocas semanas un programa televisivo de un canal español perdió todos sus anunciantes después de una campaña de usuarios de Twitter que protestaron intensamente por una entrevista considerada de poco valor ético. Éste es tan sólo un caso de entre muchos de los que podríamos poner como ejemplo de las redes sociales como motor de cambios. Las redes hacen que sucedan cosas. Twitter tiene un potencial inmenso de protesta desde abajo, y es por esto que muchos de los que se acostumbraron a tomar decisiones desde una cima, sin atender a las demandas procedentes de la base, no acaban de entender qué es exactamente lo que sucede. Twitter les retira la autoridad que ejercían sin pagar nada a cambio. Eso pasa ya en España y puede pasar algún día en Cuba.

Resulta un tanto desconcertante que un gobierno que mantiene políticas anti-Internet como es el cubano se nos haya presentado esta semana como el que más interés tiene para estar al tanto de lo que se cuece en cuanto a redes sociales y comunicación política. Como ya han señalado ya muchos anteriormente no hay sitio para el desconcierto si tenemos en cuenta que lo que proyecta el régimen de Cuba es más un producto de márketing político que no una realidad concreta y palpable. Es así que comprendemos el porqué tiene tanto interés el Ministerio de Relaciones Exteriores en promover un evento sobre redes sociales, en donde afirma reunir a figuras de "la izquierda", presentándose como un gobierno responsable ante los "retos" del futuro y el impacto que las nuevas tecnologías tienen en la sociedad.

Cada vez que un castrista amenaza con hablar de redes sociales me sube una extraña energía por el medio del pecho que termina invariablemente en un largo y sostenido bostezo. Porque en realidad, ¿qué es lo que le interesa a un castrista de una red social como Twitter? ¿Qué partido puede sacar el representante de un régimen que sólo se quiere a él mismo de una plataforma de comunicación que abre el espacio a todos? ¿Qué va a buscar en una red de comunicación donde toman la palabra tanto el erudito, como el analfabeto, el sabiondo, así como el estúpido o el más vulgar? ¿Qué quiere un régimen monologuista de una plataforma de comunicación y conversación en todas direcciones y antijerárquica?

Cuando uno recuerda que las estadísticas nos informan de que en Cuba sólo un 3% de la población tiene acceso a Internet y, cuando a eso le sumamos que ese 3% es un porcentaje integrado por personas con acceso tutelado por el Estado, se multiplican los interrogantes sobre el tipo de interés que puede tener ese mismo Estado en convertirse en el foro de discusión de algo contra lo que lucha. La conectividad no es un problema que hoy quite el sueño a las autoridades cubanas. Su dolor de cabeza lo generaría más bien la necesidad de controlar el flujo de información entre los ciudadanos, la capacidad de conexión de las masas entre ellas mismas y su capacidad de auto organizarse y coordinarse de alguna manera para actuar contra el poder central.

Una masa desconectada es una masa desactivada, incapacitada para actuar, atada y amordazada para evitar el impulso que conduzca a un cambio indetenible. En este punto, nos puede asaltar otra duda en cuanto a Cuba. ¿Estamos en lo correcto aquellos que creemos que la introducción de las redes en la Isla puede generar un movimiento activo contra el gobierno que contribuya a desmantelarlo o más bien estamos equivocados? Equivocados porque quizás el gobierno castrista, que es como una lapa en la vida de todo cubano, ha conseguido transformar definitivamente las ganas de cambiar las cosas en el país por las ganas inmensas de salir de ahí a toda costa, sea hacia donde sea, pero lejos de allí.

Una red social libre, una mínima garantía de conectividad para todos los ciudadanos podría ser un instrumento que ayudara a encontrarse a todos aquellos que quieren quedarse en el país y trabajar para cambiar las cosas. Las redes, siendo muy optimista, pueden ser la clave de un cambio, o al menos para generar el debate sin exclusiones en torno a ese cambio. Por eso el régimen mantiene un porcentaje de conectividad del 3% y su mejor escudo para seguir ganando tiempo es vendernos la moto de que no hay dinero para eso. No hay dinero, ni ganas, pero tampoco intenciones.

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